Elegimos la ropa, el corte de pelo, el shampoo, el perfume, el lugar a donde ir, la hora en que salimos, la hora en que volvemos, los colores que usamos, si hablar mucho, poco o no hablar, que tomar, que comer, que estudiar, que libros leer, que películas mirar, que camino tomar, si ir corriendo o caminar, fumar, no fumar, subir por escalera o ascensor, sacar fotos con flash o sin flash, empujar o dejar pasar, dar el asiento o hacernos los que no vemos, ser directo o dar vueltas, sacar boleto o viajar colados, pagar efectivo o en cuotas sin interés, mentir o ser honestos, ahorrar o endeudarse, con la luz prendida o con la luz apagada, acelerar en amarillo o frenar, copiarse o estudiar, aplaudir o criticar, pero jamás elegimos a esa persona que al verla nos explota el corazón y todo se pone en pausa, suena música de fondo y el cielo se despeja mágicamente dejándonos ver el sol más brillante y cálido que vimos en nuestras vidas.
Simplemente aparece.